Roma: Paseo por el Esquilino, Quirinale y casco histórico

Por primera vez en nuestros viajes, el despertar era calmado y la ida al aeropuerto sin prisas. 

Nuestro vuelo no salía a una hora intempestiva, así que llegamos con calma al Prat e incluso decidimos tomar algo para retrasar un poco el hambre, ya que el vuelo pillaría en plena hora de comer.

Ahí empezó a torcerse un poco la mañana.

De nuestro vuelo anterior sabíamos que habían abierto un Burguer King en la T2. ¡Por fin!, pensamos, pero la verdad es que nos clavaron a base de bien. No tienen los precios en grande y, por una bebida y dos burguers pequeñas, nos clavaron casi 11€! En fin, una y nada mas. Volveremos a nuestros bocadillos y galletitas traídos de casa.

Embarcamos puntuales, pero por culpa de tener que buscar un equipaje el avión se retrasó una hora. 

Por suerte yo hice la reserva para el Bus a Roma con tiempo suficiente para ciertos imprevistos (como este). Además, si lo pierdes y tienen sitio en el siguiente bus te recolocan... pero vamos, que ya íbamos mirando el reloj, una hora vale, pero mas... Aún me acuerdo de la familia que, estando en la cola de embarque, comentaban que no podían perder tiempo en el enlace a Roma porque tenían no se que tren a otra parte. En fin, nunca vayáis con el tiempo tan justo.

Llegamos al aeropuerto de Roma y vemos que si nos damos prisa conseguimos llegar al bus. Pues ale, hacia afuera que vamos, ni baños ni nada.

Al llegar a la estación de buses nos ponemos a la cola a tiempo. No vemos baños cerca así que nos aguantamos. Al final el bus llegó 10 minutos tarde a recogernos... Pues nada, p'arriba.

El chico nos deja subir la maleta de mano arriba. ¡Genial! No tendremos que estar atentos a que nadie la robe. Pero cuando saco el bocadillo (eran las 14:40h y yo empezaba a desfallecer) el conductor me dice que nada de comer a bordo. 

Fallo mío. ¡Tenía que haber comido antes de subir! 

La Wifi del bus no funcionaba, así que nos dedicamos a observar y flipar con la conducción italiana: Sin cinturón, sin usar intermitentes, cambiando de carril sin mas... eso sí, pitarse no se pitan. 

Por suerte llegamos bien a Termini, eso sí con 30 minutos de retraso. Yo me moría de hambre así que engullí el bocadillo y decidimos ir en busca de unos baños.

¡Sorpresa! Son de pago y cuestan 1€ ¿En serio? Lo siento pero 1€ lo veo excesivo. Ale, a aguantarnos.

Vaya mañanita... por suerte estábamos en Roma y todo iba a cambiar. ^_^

Localizamos la oficina de turismo en la misma estación y compramos nuestra Roma Pass. Una cosa menos.

Mapa en mano decidimos ir caminando hasta el alojamiento y, de paso, ver la zona de Términi que tan mala fama tiene entre mis compañeros romanos.

Por lo que vimos ese día y otros en los que volvimos desde la estación de Vittorio Emanuel hasta el alojamiento, es una zona de inmigrantes chinos, pakis, africanos... multicultural vaya. Llama la atención la cantidad de locales con carteles en los idiomas varios que te vas encontrando.

Eso sí, no es una zona limpia, muchas calles están bastante sucias y algunos locales con aspecto muy dejado. (Llegados a este punto me doy cuenta que Jordi apenas hizo fotos de la zona y no os la puedo mostrar... en fin. ¿Habrá que volver? xD).

El alojamiento se encontraba un poco en el límite de esa zona.

Al llegar descubrimos que no podíamos pagar con tarjeta y las monjas nos indican que hay un cajero cerca, en unos soportales. Jordi y yo que nos miramos: ¿Soportales? ¿En esa zona?

La monja debió leerlo en nuestras caras y nos dijo que fuéramos con cuidado, porque obviamente es dinero, pero que nos cuidáramos mas del hombre trajeado del metro que no del inmigrante pobre de ese barrio. 

Con la lección de humildad y humanidad bien recibidas, allá que nos fuimos.

Los soportales están justo en la salida del metro de Vittorio Emanuel. Encontraréis mendigos, suciedad, pintadas por todos lados... pero sacamos sin problemas el dinero y nadie nos hizo nada (¡Bueno sí, el banco que me sopló una comisión que pa' que!).

Volvimos por ahí algunas noches y lo mismo, no es bonito pero nunca pasó nada. (¡Ojo, nunca volvimos de madrugada!). 

Así que mi conclusión es: No es la mejor zona, pero si hay alojamiento que esté bien y barato no la descartaría.

Volvemos para pagar y otra de las monjas nos insiste fervientemente en que tenemos que tomarnos un helado en la heladería Giovanni Fassi, que está justo al lado. Y, con una sonrisilla, de esas que parece que esté rozando el pecado de la gula,  nos confiesa que ella va cada día.

Siguiendo su consejo decidimos ir a probarlos. Al entrar pides en la caja lo que quieres (tienen reproducciones para señalar) y, con el ticket, te vas a pelear al mostrador para que te atiendan (había días con mucha gente, paciencia).

¿Resultado? Un helado de pistacho con panna y otro de melón que se nos saltaban las lágrimas de buenos que estaban. ¿Precio? 1,60€ el vasito pequeño, pero te lo llenan a tope.

En la heladería hay baños, fuente de agua y un pequeño patio donde se está muy bien para tomar el helado.

Según dicen, es de las mas antiguas de Roma y tienen maquinaria antigua expuesta.

El planing de ese día era callejear hasta la hora de la cena, porque habíamos quedado con mi compañera de japonés, Izaskun, y su novio. Ellos llevaban unos días en Roma, de hecho se marchaban a la mañana siguiente, y decidimos vernos esa noche.

Tomamos rumbo a pie, hacia Santa María la Maggiore, una de las 4 grandes basílicas mayores de Roma. Las otras son San Pedro, Letran y San Pablo Extramuros.

Nosotros no somos unos entendidos en arte ni arquitectura, así que no esperéis grandes descripciones.

Lo que si os diremos es que todas y cada una de estas basílicas te dejan sin palabras. Para bien, porque son un tesoro artístico increíble, pero también para mal, y es que no podemos dejar de lado ciertas convicciones...

Santa María la Maggiore es el primer templo dedicado a la virgen y data del s.V con posteriores añadidos. Me impactó mucho, no se si por ser la primera o bien por el color dorado que reluce dentro pero la encontré muy bonita. 

Alucinados por la belleza de la basílica dejamos atrás la colina del Esquilino, recordad lo de las 7 colinas de Roma y su fundación, para dirigirnos a otra, la del Quirinal. Otra cosa no, pero piernas en Roma se hacen. 

En el Quirinal se encuentra el Palacio Presidencial, visitable los Domingos, y además podéis disfrutar de las vistas, a lo lejos: El Vaticano.

Al descender del Quirinal fuimos a dar con la Columna trajana, que marca el inicio de la zona de los Foros Imperiales.
Algo que nos llamó la atención en Roma fue que toda columna romana, obelisco egipcio... estaba rematado con alguna simbología cristiana (santos, cruces...) ¿Será para combatir el paganismo? 

Decidimos no adentrarnos en los foros porque volveríamos otro día a verlos con calma, pero desde allí pudimos admirar los restos de los Mercados de Trajano. 

Y, si hay un monumento que destaca en la ciudad, y que podréis observar desde muchos puntos de esta, es el Vittorino.

Una mole de mármol que a muchos romanos no les gusta porque creen que desentona y porque para su construcción se demolieron edificios de valor histórico. El edificio está dedicado el Rey Victor Manuel (del que hay una enorme estatua a caballo) tras la unificación de Italia, y a sus pies está la tumba del soldado desconocido.

Era tarde y ya estaba cerrado, pero tiene un mirador en lo alto del monumento, eso sí, de pago.

A nosotros nos desentona un poco, mucho contraste entre el blanco del mármol y el marrón de las ruinas de los foros. Pero no nos desagrada. Como observó Jordi: Nos permite imaginar como lucía la grandiosidad de los templos en la época antigua. 

Se acercaba la hora en que habíamos quedado así que nos dirigimos al punto de encuentro: La Área Sacra.

Una plaza con las ruinas de 4 pequeños templos de la época de la antigua república que ahora resulta ser un santuario de gatos (realmente hay una protectora y a ciertas horas puedes visitarlos y hasta adoptar alguno).

Atención a la modelo del año:

"Draw me like one of your french girls."

Esa zona se conoce como "Largo di Torre Argentina" y es un centro neurálgico de transporte con muchas paradas de bus y tranvía.

Al poco, llegaron nuestros amigos y empezamos a callejear en busca de un restaurante. Acabamos en uno cerca del Panteón donde probé la auténtica pasta a la Carbonara (es decir, con huevo y sin nata) y me gustó mucho.

Jordi se pidió una pizza y estaba buena, pero al igual que la pasta si que nos pareció especial en Roma, las pizzas nos parecieron mas normales. Quizás es porque ahora aquí hay buenos restaurantes italianos donde comer buena pizza... eso, o sencillamente no supimos dar con uno que fuera sublime. 

Los platos principales mas la bebida nos salió por unos 20€ los dos.

Como estábamos justo al lado del Panteón decidimos acercarnos para hacerle unas fotos de noche.
El monumento, del año 120, es uno de los edificios antiguos mejor conservados de la ciudad, gracias a que fue reconvertido a iglesia. A esas horas estaba cerrado, pero regresamos otro día y pudimos admirarlo por dentro.
Este edificio es uno de los que mas me gustó de Roma, no se si por la forma, por el hecho de estar bien conservado... pero está entre mis favoritos.
Y es de esos monumentos que merece la pena fotografiar de noche.

Además la zona tiene terrazas y restaurantes con mucho ambiente.

Aquí nos despedimos de mi compañera y decidimos ir andando hasta el metro para disfrutar del ambiente de la zona (con mercado incluido) y para ver otro gran monumento por la noche: ¡La fontana di Trevi!

Iba con un poco de miedo, por aquello de que te han hablado tanto y tan bien de ella que luego decepciona.
Pues bien, ¡no lo hace! Realmente es preciosa, y el que esté en una plaza tan pequeña de la cual ocupa la mayor parte la hace mas impactante.
Y a pesar de que había gente, pudimos plantar el trípode y hacer fotos con tranquilidad.

Nota: A día de hoy la Fontana está en obras y creo que va para largo. Se puede subir a una pasarela para verla pero está sin agua y con andamios. Tenedlo en cuenta si vais a viajar en el próximo año...

Apenas llevábamos medio día en Roma y ya estábamos alucinando con sus monumentos. Tanto el Panteón como la Fontana están en mi TOP de la ciudad.

Tras llegar al metro y pelearnos con la máquina de tickets porque no nos pillaba los billetes ni tarjetas (suerte que llevábamos algunas monedas), tomamos rumbo al convento.
Allí, la hermana que estaba de guardia, nos recibió como si de la familia se tratara: ¿Que, como ha ido? ¿Lo habéis pasado bien? ¿Habéis visto muchas cosas? ¡Me alegro! Ale a descansar que mañana hay que seguir viendo mas lugares.
Nos hizo mucha gracia la familiaridad con que nos trataban, y cada noche les pasábamos reporte de lo vivido en Roma.

Mensajitos a la familia y a descansar, que ni "la Hermana" imaginaba la pateada que nos acabaríamos dando al día siguiente...




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