San Francisco (Lombard st, Castro, Mission, Japantown)

Empezaba nuestro último día en la Costa Oeste e iba a ser intenso en recorrido.
Tras desayunar el chocolate y el apple hot cider de rigor nos fuimos a pie, porque estaba cerca del alojamiento, a ver la famosa Lombard St. Esa calle sinuosa y con mucha pendiente, decorada con unos bonitos parterres.

Estar, estaba "cerca". El problema era llegar hasta la zona "sinuosa" desde el hotel... ¡Este día sí que iba a sufrir las cuestas de San Francisco!

Recuerdo que acabé diciendo a Jordi: Tu tira, que yo ya llegaré... xD
Sin duda se trata de un rincón MUY turístico. Estaba lleno de grupos haciendo fotos y coches bajando por el tramo de curvas mientras grababan con el móvil. Vamos, que pocos "locales" parece que bajen por ahí... y no me extraña, porque con el pifostio que se monta mejor ir por otra calle.
Eso sí, las jardineras y el adoquinado rojizo le da un aspecto precioso.

Después nos fuimos en busca del inicio del Cablecar (tranvía) Powell-Mason para realizar, por fin, un recorrido en el mítico transporte.
De camino, paramos a comprar el Muni Pass en una de las tiendas que nos marcaron los del hotel.
Este pase puede ser de 1, 2 o 3 días y te permite viajes ilimitados en los tranvías históricos (Cablecar), los tranvías eléctricos (Street Cars) y los buses de la compañía Muni. Pero no entran los transportes BART.
Nosotros hicimos números y éste era el único día que nos salía a cuenta el pase, en especial porque el billete del Cablecar es caro (7$).
Así que cogimos el de 1 día (17$) al que le dimos bastante uso para evitar grandes caminatas, y en especial grandes subidas.

El tranvía tradicional de San Francisco o Cablecar forma parte de la imagen de la ciudad.
Este transporte victoriano fue ideado para acabar con los accidentes de los carros de caballos, y es que cuesta imaginar esos pobres animales tirando de carros por las empinadas calles adoquinadas.
El sistema consta de un cable en movimiento que va por el suelo, el tranvía se engancha a él para subir las cuestas y se suelta a la hora de bajarlas, momento en el que el conductor ha de frenar bien el transporte para evitar un accidente (el nivel físico que exigen para ser conductor es alto).

A día de hoy es mas bien una atracción turística y solo quedan 3 líneas. Hay formas mas baratas y rápidas de moverse. Nosotros optamos por hacer el recorrido entero de la línea Powell-Manson. Por suerte llegamos que justo acababan de darle la vuelta y no había nadie en cola, así que yo me senté en la parte exterior delantera y Jordi optó por ir colgado para tener mejores vistas. (Sí, dejan ir colgado).

En medio va el conductor, en una zona con varias palancas que conforman el sistema de manejo del tranvía. El nuestro resultó ser un hombre alegre que no se cansó de posar para las fotos de todos los turistas que transportaba.

El trayecto se hace lento, pero sin duda es toda una experiencia. Recorrer San Francisco en Cablecar es una de las que hay que vivir. ^_^

Al llegar al final de la línea cogimos el Streetcar (tranvía moderno) hasta Castro, donde una gran bandera arco iris te indica que entras en la zona famosa por su activismo gay a partir de la década de los 70.

La comunidad gay de San Francisco fue famosa por sus iniciativas, por lograr el primer cargo público gay del país (posteriormente asesinado), por movilizarse ante los estragos que empezó a causar el VIH informando y creando campañas que ayudaron en el mundo entero...
Incluso tienen su paseo de la fama con personalidades homosexuales, entre las que encontramos a Alan Turing (padre de la computación moderna y creador de la máquina que desencriptó la máquina "Enigma" de los nazis, lo cual acortó, sin duda, la II Guerra Mundial) y cuya figura fue condenada por su condición de homosexual (de hecho él acabó suicidándose) durante mucho tiempo.

Quitando las banderas y los colores típicos del colectivo, Castro nos pareció un barrio tranquilo y muy residencial.

Nos fuimos paseando hasta el parque Dolores donde, según la guía, encontraríamos un ambiente muy familiar. Y sí, en una zona habilitada como parque infantil había mucho ambiente familiar, pero de nuevo chocaba con la imagen de bastantes homeless durmiendo en el césped.

En ese momento entrábamos en el barrio de Mission, el barrio original de San Francisco que se fundó alrededor de una misión religiosa española en el S.XVIII.
Esta zona guarda su carácter latino tanto en el colorido de sus calles como en los restaurantes. Sin embargo, en algunos puntos, la encontramos bastante sucia e incluso con drogadictos a plena luz del día en los callejones que la guía nos aconsejaba visitar por sus murales.
No tuvimos ningún problema, pero es una visión para la que quizás no estábamos mentalizados.

En vista que la decadencia del barrio no nos llamaba como para seguir callejeando, fuimos a ver el edificio original de la Misión, que resulta ser el mas antiguo de la ciudad.

De ahí, cogimos un bus para llegar a Alamo Square, un parque con vistas a las famosas Painted Ladies, las casas victorianas que salen en la serie "Padres Forzosos".

Nuevamente cogimos el bus, esta vez dirección al Golden Gate Park, que por cierto, es enorme. La mayoría de gente se queda en la parte mas cercana para ir al Jardín Japonés, pero nosotros optamos por una zona mas alejada donde ponía que había una colonia de bisontes americanos.
Quisimos ir para ver en que condiciones estaban e informar a la gente de "FAADA Turismo Responsable".
En principio es una colonia cuya función es ayudar a preservar la especie, los nuevos individuos lo son por nacimiento, no se traen de lugares que estén en libertad. Hay carteles informativos y el área es bastante grande, tanto que permite a los animales alejarse de la gente si así lo quieren.
Dentro de lo que cabe, no consideramos que estén mal (pueden evadirse y alejarse de la multitud) pero el parque es atravesado por carreteras... vamos, que podrían estar en una zona mas tranquila o mejor aún ¡En libertad!
En cualquier caso, están bastante alejados de los lugares de interés, no creemos que merezca la pena semejante desvío.

Cerca de allí vimos un pequeño lago con bastantes personas compitiendo con maquetas de barcos de vela. Nos quedamos un rato mirando con curiosidad la mecánica de la competición. Llama la atención que al final estén a merced del viento y el azar, pero se lo toman muy en serio.

Se nos había hecho tarde y apretaba el hambre, pero en esa zona no había nada de nada, así que de nuevo al bus y hacia "Japantown", donde antaño la comunidad nipona desafió las ordenes de internamiento de los japoneses-estadounidenses durante la II G.M creando un precedente de los derechos civiles en EEUU.
Nuestro objetivo: el centro comercial plagado de restaurantes japoneses, donde nos comimos un ramen que nos sentó de maravilla.

Tras reponer energías, nos dedicamos a explorar el centro comercial lleno de tiendas de arte japonés, anime, manga... y donde vimos una reunión de "Lolitas" occidentales. ¡Vamos que estaba en mi salsa! jeje.
Sin duda, es otra zona de San Francisco que me gustó para pasear.

Tras comprarme un postre japonés, regresamos al hotel para hacer las maletas y contratar el Shuttle que nos llevaría de madrugada hasta el aeropuerto. Al hacerlo a través del hotel nos entraba un descuento y nos costó 28$ los dos. Por norma solemos optar por la forma barata de ir al aeropuerto, pero a las 4am no teníamos ganas de cargar las maletas por la ciudad haciendo transbordos de autobuses.
También aproveché para acercarme al centro comercial a comprar sobres de Apple Hot Cider (que ya se me han acabado... ¿alguien que se ofrezca a traerme? xD) y algunos chocolates para la familia.

Y con esto se nos vino encima la última noche de nuestro gran viaje por la Costa Oeste.
Salimos a dar nuestro último paseo por los Piers y cenamos en la cadena In-N-Out, unas burgers sencillas pero muy buenas por 11$ los dos.

Nos despedimos del ambientazo de los muelles que tanto nos gustó, y a intentar descansar un poco. Por desgracia el despertador sonaría muy pronto para ponerle fin a la aventura.