Nuevamente el despertador sonó muy temprano. Ésta vez la culpa la tenía la conexión de trenes y buses que necesitábamos hacer esa mañana.
Si queríamos poder ver algo de Ise sin perder los enlaces, no quedaba otra.
Y, teniendo en cuenta que Ise es uno de los centros mas importantes en el culto del sintoísmo, no queríamos irnos sin intentar ver alguno de sus santuarios.
El llamado Gran Santuario de Ise es en realidad un cúmulo de muchos santuarios, mas de cien, entre los cuales destacan dos: el santuario interior Naikū, dedicado a la diosa del sol Amaterasu (deidad mas venerada en esta religión) y el santuario exterior Gekū, dedicado a Toyouke-Ōmikami, deidad guardiana de la comida y la ropa de Amaterasu.
Por desgracia, el santuario interior está alejado de la estación, así que tuvimos que conformarnos con visitar el exterior o Gekū.
Como detalle de la importancia que estos santuarios tienen, en Ise se guarda uno de los tres tesoros sagrados de Japón (el espejo) que, supuestamente, regalaron los dioses al primer Emperador del país. Y su sacerdote o sacerdotisa principal ha de ser descendiente de la familia imperial. ¡Casi ná!
Eso sí, lo que realmente se ve al visitarlos es la parte exterior vallada, y los tejados a través de ella. El acceso al interior de estos templos está muy limitado. Además, el aspecto es muy sobrio, es el estilo japonés nativo, antes de la influencia asiática a través del budismo.
Todo ello hizo que la visita al templo en sí nos supiera a poco. Pero bueno, intentamos recordar que lo importante era el significado del lugar para el sintoísmo.
Otra curiosidad es que los santuarios de Ise se reconstruyen cada 20 años, y al lado de cada edificio se puede ver una explanada rectangular que marca la ubicación de donde se realiza tal reconstrucción, alternándose las dos parcelas. Este detalle se puede ver también en los pequeños santuarios que rodean a los grandes.
Lo que sí nos encantó fue el recinto, un pequeño bosque lleno de grandes árboles por el que da gusto pasear y sentir la tranquilidad del lugar.
En la entrada nos dieron un mapa con pequeñas explicaciones sobre las deidades a las que estaban consagradas los pequeños santuarios, a parte del Gekū, y algún detalle más del lugar.
Tras ver que el estilo de santuario no era el que mas nos atraía, nos dolió menos no visitar el Santuario Interior. Aunque solo por su importancia, si hubiéramos dispuesto de tiempo, lo habríamos visitado.
Tras la visita, conseguimos volver a tiempo a por la mochila en el hostel y coger sin prisas el tren que nos pondría rumbo a la zona de Kumano.
La primera media hora, hasta Taki, el paisaje estuvo marcado por los campos de arroz, una estampa muy típica. Y las dos siguientes horas dejaron paso a la combinación de montañas y costa. Un conjunto de paisajes bonitos que sin embargo Jordi optó por dormirlos en su mayoría... ¡La comodidad de los trenes japoneses! Incluso los que no son Shinkansen...
Al llegar a Shingu nos acercamos a la oficina de turismo donde nos dieron mapas, folletos, etc. No solo de la población y su santuario, sino también de todo Kumano. Entre ellos un librito muy útil con las rutas de senderismo.
También nos indicaron que los buses hacia Yunomine salían justo en frente, así que fuimos a corroborar los horarios que traíamos apuntados y vimos un aviso de que las máquinas de cambio de los buses solo aceptaban billetes de 1000¥, pero que en la misma oficina de la estación te ofrecían cambio si era necesario.
Con todo claro, tomamos rumbo al Hayatama Taisha, uno de los tres grandes santuarios de las rutas sagradas de Kumano Kodo.
Optamos por llegar a él a través de una calle/galería que supuestamente era un núcleo comercial, pero la verdad es que muchas tiendas estaban cerradas, algunas con aspecto de abandono, y no había nada de ambiente.
Lo divertido es que, a lo largo de las calles que llevan al santuario, te vas encontrando con unos paneles con dibujos en el suelo que indican que vas por buen camino: El cuervo de tres patas, símbolo de Kumano.
La entrada al santuario, con un pequeño puente y la torii rodeada de árboles, es muy bonita.
El recinto es pequeño, pero nos gustó volver al colorido rojizo que tan acostumbrados nos tiene el sintoísmo. Eso sí, de los tres santuarios principales, este fue el que menos nos impresionó.
Tras ver el santuario, pusimos rumbo a la zona comercial en busca de un sitio donde comer y optamos por el "Wood Village", en la calle "decadente" que habíamos recorrido antes. Era un local con aires hippies que, a parte de pizzas y hot dogs, tenía curry en su carta y como nos apetecía... La verdad es que comimos muy bien. El curry estaba bueno, en especial la versión gratinada que escogió Jordi (1740¥ los dos).
Después volvimos a la estación y nos acercamos a un Lawson a por la cena, puesto que no la teníamos contratada en el hotel y en Yunomine no habría opciones para cenar fuera. Y nos dispusimos a esperar un rato a la hora de salida del bus, cuando algo enfrente de la estación llamó mi atención: Una puerta de estilo marcadamente chino que no salía en mis guías. ¿Que era eso tan llamativo? Como teníamos todavía un poco de tiempo nos acercamos a ver.
Resultó ser el Jofuku Park (dentro había folletos explicativos), un pequeño jardín abierto dedicado a la memoria de Hsu Fu, un curandero chino cuyo emperador ordenó buscar el elixir de la inmortalidad hace unos 2200 años. Según cuenta la leyenda, durante su periplo pasó por Shingu y se quedó ahí, enamorado por el lugar y sus gentes. El pequeño parque se construyó en su memoria y en un pequeño ejemplo de amistad entre Japón y China.
Tras este pequeño descubrimiento, volvimos a la estación de buses donde cambiamos billetes para poder pagar el viaje y el conductor nos confirmó la ruta.
El trayecto duró casi una hora, entre montañas y río. Y al pasar por una de las poblaciones más famosas de la zona, Kawayu Onsen, me alegré de no haber reservado allí. Y es que en Japón no todas las aldeas son tradicionales, ni guardan mucho sentido de la estética, a nuestro parecer. No sabemos porque, pero son una amalgama de casas y estilos diferentes que a veces no pegan con el entorno, en algunos casos un tanto feuchas. Y Kawayu me dio esa sensación.
Aún así, los paisajes de montaña prometían ofrecernos escenas muy bonitas al día siguiente.
Llegamos al Ryokan que ya había oscurecido así que, decidimos quedarnos a disfrutar de los onsens tranquilamente y dejar la visita a Yunomine para el día siguiente. (Ver post de alojamientos para saber los detalles del Ryokan y como fue nuestra estancia).
La verdad es que en alojamientos como ese no te cuesta nada quedarte a disfrutarlo y relajarte. Fue realmente una maravilla.
Primero bajamos los dos al onsen privado para darnos un bañito relajante juntos.
Resultó ser algo austero, sin tocador, pero muy auténtico. Eso sí, está en el exterior y pasamos un poco de frío hasta entrar en el agua caliente. jeje
Después regresamos a por un té en la habitación y, mientras Jordi decidió quedarse a ver la tv relajado, yo opté por ir a disfrutar del rotenburo por la noche. ¡Que maravilla! Además eran las 19h, justo cuando los clientes, mayormente japoneses, estaban cenando, así que disfruté de la instalación para mi solita. Y ahí sí, tenía todos los lujos en el cambiador.
Tras el segundo baño reparador, regresé a la habitación cruzándome con grupos de ancianos japoneses que me saludaban sonrientes e incluso algunas comentaron, entre ellas, que estaba "mona" (kawaii) con el Yukata. (Obviamente no sabían que les entendía. jaja) Aunque la verdad es que yo me siento muy patán siempre que me pongo uno, no se lucirlo como ellas. ^_^
Cenamos nuestros bentos en la habitación, riendo un rato con los estrambóticos programas japoneses. Esa noche descansaríamos estupendamente gracias a una habitación de lujo, el baño en el onsen, la agradable sensación que da un rotenburo... Me encanta bañarme en las aguas calientes mientras estoy rodeada de naturaleza.
Quizás el día había requerido de mucho transporte y visitas algo incompletas pero, sin duda, la última parte compensaba todo lo demás.
Nuestra estancia en Kumano empezaba de una forma excelente.
Si queríamos poder ver algo de Ise sin perder los enlaces, no quedaba otra.
Y, teniendo en cuenta que Ise es uno de los centros mas importantes en el culto del sintoísmo, no queríamos irnos sin intentar ver alguno de sus santuarios.
El llamado Gran Santuario de Ise es en realidad un cúmulo de muchos santuarios, mas de cien, entre los cuales destacan dos: el santuario interior Naikū, dedicado a la diosa del sol Amaterasu (deidad mas venerada en esta religión) y el santuario exterior Gekū, dedicado a Toyouke-Ōmikami, deidad guardiana de la comida y la ropa de Amaterasu.
Por desgracia, el santuario interior está alejado de la estación, así que tuvimos que conformarnos con visitar el exterior o Gekū.
Como detalle de la importancia que estos santuarios tienen, en Ise se guarda uno de los tres tesoros sagrados de Japón (el espejo) que, supuestamente, regalaron los dioses al primer Emperador del país. Y su sacerdote o sacerdotisa principal ha de ser descendiente de la familia imperial. ¡Casi ná!
Eso sí, lo que realmente se ve al visitarlos es la parte exterior vallada, y los tejados a través de ella. El acceso al interior de estos templos está muy limitado. Además, el aspecto es muy sobrio, es el estilo japonés nativo, antes de la influencia asiática a través del budismo.
Todo ello hizo que la visita al templo en sí nos supiera a poco. Pero bueno, intentamos recordar que lo importante era el significado del lugar para el sintoísmo.
Otra curiosidad es que los santuarios de Ise se reconstruyen cada 20 años, y al lado de cada edificio se puede ver una explanada rectangular que marca la ubicación de donde se realiza tal reconstrucción, alternándose las dos parcelas. Este detalle se puede ver también en los pequeños santuarios que rodean a los grandes.
Lo que sí nos encantó fue el recinto, un pequeño bosque lleno de grandes árboles por el que da gusto pasear y sentir la tranquilidad del lugar.
En la entrada nos dieron un mapa con pequeñas explicaciones sobre las deidades a las que estaban consagradas los pequeños santuarios, a parte del Gekū, y algún detalle más del lugar.
Tras ver que el estilo de santuario no era el que mas nos atraía, nos dolió menos no visitar el Santuario Interior. Aunque solo por su importancia, si hubiéramos dispuesto de tiempo, lo habríamos visitado.
Tras la visita, conseguimos volver a tiempo a por la mochila en el hostel y coger sin prisas el tren que nos pondría rumbo a la zona de Kumano.
La primera media hora, hasta Taki, el paisaje estuvo marcado por los campos de arroz, una estampa muy típica. Y las dos siguientes horas dejaron paso a la combinación de montañas y costa. Un conjunto de paisajes bonitos que sin embargo Jordi optó por dormirlos en su mayoría... ¡La comodidad de los trenes japoneses! Incluso los que no son Shinkansen...
Al llegar a Shingu nos acercamos a la oficina de turismo donde nos dieron mapas, folletos, etc. No solo de la población y su santuario, sino también de todo Kumano. Entre ellos un librito muy útil con las rutas de senderismo.
También nos indicaron que los buses hacia Yunomine salían justo en frente, así que fuimos a corroborar los horarios que traíamos apuntados y vimos un aviso de que las máquinas de cambio de los buses solo aceptaban billetes de 1000¥, pero que en la misma oficina de la estación te ofrecían cambio si era necesario.
Con todo claro, tomamos rumbo al Hayatama Taisha, uno de los tres grandes santuarios de las rutas sagradas de Kumano Kodo.
Optamos por llegar a él a través de una calle/galería que supuestamente era un núcleo comercial, pero la verdad es que muchas tiendas estaban cerradas, algunas con aspecto de abandono, y no había nada de ambiente.
Lo divertido es que, a lo largo de las calles que llevan al santuario, te vas encontrando con unos paneles con dibujos en el suelo que indican que vas por buen camino: El cuervo de tres patas, símbolo de Kumano.
La entrada al santuario, con un pequeño puente y la torii rodeada de árboles, es muy bonita.
El recinto es pequeño, pero nos gustó volver al colorido rojizo que tan acostumbrados nos tiene el sintoísmo. Eso sí, de los tres santuarios principales, este fue el que menos nos impresionó.
Tras ver el santuario, pusimos rumbo a la zona comercial en busca de un sitio donde comer y optamos por el "Wood Village", en la calle "decadente" que habíamos recorrido antes. Era un local con aires hippies que, a parte de pizzas y hot dogs, tenía curry en su carta y como nos apetecía... La verdad es que comimos muy bien. El curry estaba bueno, en especial la versión gratinada que escogió Jordi (1740¥ los dos).
Después volvimos a la estación y nos acercamos a un Lawson a por la cena, puesto que no la teníamos contratada en el hotel y en Yunomine no habría opciones para cenar fuera. Y nos dispusimos a esperar un rato a la hora de salida del bus, cuando algo enfrente de la estación llamó mi atención: Una puerta de estilo marcadamente chino que no salía en mis guías. ¿Que era eso tan llamativo? Como teníamos todavía un poco de tiempo nos acercamos a ver.
Resultó ser el Jofuku Park (dentro había folletos explicativos), un pequeño jardín abierto dedicado a la memoria de Hsu Fu, un curandero chino cuyo emperador ordenó buscar el elixir de la inmortalidad hace unos 2200 años. Según cuenta la leyenda, durante su periplo pasó por Shingu y se quedó ahí, enamorado por el lugar y sus gentes. El pequeño parque se construyó en su memoria y en un pequeño ejemplo de amistad entre Japón y China.
Tras este pequeño descubrimiento, volvimos a la estación de buses donde cambiamos billetes para poder pagar el viaje y el conductor nos confirmó la ruta.
El trayecto duró casi una hora, entre montañas y río. Y al pasar por una de las poblaciones más famosas de la zona, Kawayu Onsen, me alegré de no haber reservado allí. Y es que en Japón no todas las aldeas son tradicionales, ni guardan mucho sentido de la estética, a nuestro parecer. No sabemos porque, pero son una amalgama de casas y estilos diferentes que a veces no pegan con el entorno, en algunos casos un tanto feuchas. Y Kawayu me dio esa sensación.
Aún así, los paisajes de montaña prometían ofrecernos escenas muy bonitas al día siguiente.
Llegamos al Ryokan que ya había oscurecido así que, decidimos quedarnos a disfrutar de los onsens tranquilamente y dejar la visita a Yunomine para el día siguiente. (Ver post de alojamientos para saber los detalles del Ryokan y como fue nuestra estancia).
La verdad es que en alojamientos como ese no te cuesta nada quedarte a disfrutarlo y relajarte. Fue realmente una maravilla.
Primero bajamos los dos al onsen privado para darnos un bañito relajante juntos.
Resultó ser algo austero, sin tocador, pero muy auténtico. Eso sí, está en el exterior y pasamos un poco de frío hasta entrar en el agua caliente. jeje
Después regresamos a por un té en la habitación y, mientras Jordi decidió quedarse a ver la tv relajado, yo opté por ir a disfrutar del rotenburo por la noche. ¡Que maravilla! Además eran las 19h, justo cuando los clientes, mayormente japoneses, estaban cenando, así que disfruté de la instalación para mi solita. Y ahí sí, tenía todos los lujos en el cambiador.
Tras el segundo baño reparador, regresé a la habitación cruzándome con grupos de ancianos japoneses que me saludaban sonrientes e incluso algunas comentaron, entre ellas, que estaba "mona" (kawaii) con el Yukata. (Obviamente no sabían que les entendía. jaja) Aunque la verdad es que yo me siento muy patán siempre que me pongo uno, no se lucirlo como ellas. ^_^
Cenamos nuestros bentos en la habitación, riendo un rato con los estrambóticos programas japoneses. Esa noche descansaríamos estupendamente gracias a una habitación de lujo, el baño en el onsen, la agradable sensación que da un rotenburo... Me encanta bañarme en las aguas calientes mientras estoy rodeada de naturaleza.
Quizás el día había requerido de mucho transporte y visitas algo incompletas pero, sin duda, la última parte compensaba todo lo demás.
Nuestra estancia en Kumano empezaba de una forma excelente.
No le faltaban razón a los japos diciendo que te sienta de lujo el yukata. Vaya baños te pegaste ese día jeje. Me mola ver sitios a los que no pude ir...quién sabe si volveré. Preciosas fotos, Japón es muy fotográfico. Un besote!
ResponderEliminarGracias xD aunque ellas lo lucen de una forma especial... Sobre todo las señoras mayores ¡que porte!
EliminarEse día me fui el gustazo de mi vida en onsens ;)
Tu ves tomando nota que nunca se sabe ;)
Un abrazo